Las diferentes teorías filosóficas sobre la naturaleza y la
cultura se dividen entre las que
sostienen que la cultura es la genuina expresión de la naturaleza humana y las
que por el contrario piensan que la cultura es una construcción humana en
oposición a la naturaleza y tiene una función represora de las inclinaciones
naturales. En la primera perspectiva tenemos a
Platón, Aristóteles o Hegel, en la segunda, los sofistas, Rousseau, Nietzsche,
Freud entre muchos otros.
Los sofistas resaltaron el carácter convencional de las normas culturales
frente a los deseos e impulsos naturales. Las normas morales y legales expresan
en todas las culturas la conveniencia de reprimir y controlar los dos impulsos
naturales básicos: el deseo de placer y el deseo de poder. Su conclusión es que
las normas culturales son contrarias a los dictados o tendencias de la
naturaleza y que los individuos más fuertes deben guiarse por los impulsos
naturales.
Platón ve la cultura como el fruto del
amor por el que hombre es atraído a lo más bello, bueno e inmortal, de tal modo
que el hombre crea la cultura para satisfacer su deseo de eternidad y de
perfección en un esfuerzo por el que se va liberando de lo sensible, imperfecto
y pasajero. La cultura expresada fundamentalmente en la sabiduría y las artes y
en general en todos los productos espirituales debidos al uso de la
inteligencia y la razón es así algo duradero y permanente que acerca al ser
humano a la eternidad y la perfección.
Aristóteles resalta que el ser humano es
social y cultural por naturaleza. Y que eso es así lo manifiesta que el ser
humano está dotado naturalmente del
lenguaje y del sentido de lo justo, elementos esenciales de la realidad social
y cultural, y la naturaleza no obra en vano.
Rousseau uno de los principales
representantes de la Ilustración
entendía que el hombre era por naturaleza un ser solitario y libre dedicado
únicamente a auto conservarse
satisfaciendo sus necesidades elementales de alimento, descanso y reproducción,
gozando de su libertad y ocio y sin otro sentimiento que la compasión por el
dolor de sus semejantes. La cultura es producto de las relaciones sociales que
el hombre entabla también por necesidad. Con la cultura el hombre desarrolla
sus facultades y su poder pero también sus vicios y su egoísmo y con ello la
desigualdad con sus semejantes. Como a pesar de sus desventajas no podemos
renunciar a la cultura el hombre tiene que tratar de reconciliar la naturaleza
y la cultura creando una cultura lo más cercana y respetuosa de los impulsos
naturales del hombre a través de la educación.
Hegel, principal representante del
idealismo alemán del siglo XIX entiende que la cultura es el producto constante
del desarrollo del espíritu y la conciencia humana. Toda la realidad humana, desde el deseo y las costumbre hasta
la ciencia el conocimiento son formas graduales del desarrollo de la conciencia
humana, esto es cultura. La cultura es desde esta perspectiva la forma concreta
que alcanza el desarrollo de la conciencia humana, la conciencia que tiene la
humanidad de sí misma. Para Hegel la conciencia humana evoluciona
constantemente al reconocer lo que hay de creación humana en todos los
productos que tomamos como algo ajeno y natural. La historia de la humanidad es
el camino a la plena autoconciencia de la humanidad.
Para Nietzsche la cultura es una sublimación de los impulsos y
tendencias sensibles y vitales que se
engloban como voluntad de poder. La cultura de masas predominante trata de
darle al hombre protección y seguridad ante el temor a la vida, ideando valores
eternos cuyo esfuerzo de consecución
consuela al hombre por el
sacrificio de sus deseos y apetencias. Propugna frente a ello la cultura
aristocrática del “superhombre” basada
en la autosuperación individual y la creación de nuevos valores vitales y la
crítica y superación de los valores tradicionales.
En semejante perspectiva Freud
entiende que la cultura surge como sublimación de los que, según este autor,
son los impulsos básicos del hombre, el impulso sexual y el impulso de muerte,
regidos por el principio de placer y la agresión y destrucción respectivamente.
La cultura es una creación social con la que el principio de placer se adecua
al principio de realidad, es decir los deseos e impulsos individuales se
adecuan a las necesidades sociales de
convivencia. La cultura tiene así una función represora por la que se controlan
las tendencias indivualistas y antisociales naturales, pero también consoladora
y compensatoria por la que los individuos se sienten satisfechos aun
renunciando a sus impulsos inconscientes al conseguir metas alabadas
socialmente.
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