sábado, 23 de febrero de 2013

LA FILOSOFÍA DE INMANUEL KANT





La filosofía de Kant es la representación más elevada y cualificada de la Ilustración, cuyo ideal, sapere aude (atrévete a saber), sirve de lema de toda su filosofía. La Ilustración tiene por ideal la madurez espiritual y moral de la humanidad, que el hombre sea capaz de regirse por la razón. La filosofía kantiana atiende a este ideal al poner en el centro el análisis crítico de la razón, ya que de las condiciones, posibilidades y limitaciones del uso de la razón, y en general de las capacidades intelectuales, depende el valor de la cultura humana. Kant analiza la razón en sus tres dimensiones principales: como razón teórica (capacidad de conocer objetivamente), razón práctica (capacidad de guiar los actos y la vida) y en su relación con el sentimiento profundo del hombre (cómo índice de nuestras esperanzas últimas). A este objetivo se dirigen las tres preguntas clave del pensamiento: “¿qué podemos conocer?, ¿qué debemos hacer?, ¿qué tenemos derecho a esperar?”. Responder a estas preguntas daría la clave para responder a la pregunta fundamental: “¿qué es el hombre?”.
La filosofía kantiana se denomina Idealismo trascendental: Según esto el Sujeto, la razón humana, crea la forma del mundo, es. Pero de una manera trascendental, es decir sin determinar el contenido de la experiencia, otorgando sólo su forma o estructura. Kant lo ilustra con la metáfora de la “revolución copernicana”. Viene a decir “Hasta ahora <filosofía tradicional> es el objeto el que determina el conocimiento del sujeto. Desde ahora  es el sujeto el que determina la forma del objeto (es decir  lo conocido).” Para la filosofía tradicional el sujeto gira en torno al objeto; para la filosofía kantiana el objeto gira en torno al objeto.
La conclusión inmediata es que no conocemos la realidad como tal sino sólo su apariencia, es decir la realidad “filtrada” por nuestra forma de conocerla. Y esto es irremediable, al igual que no podemos sobrepasar los limites de la experiencia  tratando resolver cuestiones sobre los que no es posible tener datos. Kant establece de esta manera la distinción entre el fenómeno y el noúmeno. El noúmeno sería la cosa en sí, si la conociéramos en sí misma, el fenómeno es la cosa tal como se nos aparece y podemos conocer. Fenómeno y noúmeno son una misma realidad pero no pueden nunca coincidir en el conocimiento. El conocimiento humano,  al igual que no puede rebasar la frontera de la experiencia ,sólo puede conocer los fenómenos, la apariencia de la realidad. La ciencia ha de explicar y dar razón de la naturaleza como conjunto de fenómenos, pero no puede decir nada sobre la realidad en sí (noumeno).
¿Qué podemos conocer?.
La filosofía no debe explicar la realidad, como hacía hasta el momento la metafísica, ya que la ciencia se ha consolidado como saber objetivo, según demuestra la obra de Newton. En lugar de ello ha de responder a la pregunta ¿cómo es posible la ciencia?. Es decir qué condiciones o requisitos ha de cumplir la ciencia para ser un conocimiento universal y necesario. Desde su punto de vista ni el racionalismo ni el empirismo han dado una solución satisfactoria. El racionalismo porque al pretender que la ciencia se deduzca de principios generales indemostrables cae en el dogmatismo (así entiende la filosofía racionalista de C. Wolf). Pero el empirismo cae en el escepticismo y convierte a la ciencia en un mero conocimiento probable tal como se sigue de la crítica de D. Hume al principio de causalidad.
La solución de Kant es que, si consideramos la ciencia en su estructura formal, hay que admitir que los principios de cada ciencia han de ser juicios sintéticos a priori. Este tipo de juicios son una invención <¿descubrimiento?> de Kant. Los racionalistas defendían que los principios de la ciencia debían ser juicios analíticos, para los empiristas sólo podían ser juicios sintéticos a posteriori. Pero Kant objeta que si fueran juicios analíticos nada dirían de la realidad y que si fueran sintéticos a posteriori no podían ser necesarios y universales. Los juicios sintéticos a priori son juicios sobre la realidad que están supuestos en nuestra forma de conocer como si fueran ideas innatas. Así la relación causa-efecto es un juicio sintético a priori que dice “todo cambio obedece a algo”. Los juicios sintéticos a priori son necesarios pues de lo contrario nuestra experiencia carecería de orden y de sentido.
Para Kant las Matemáticas y la Física se basan en juicios sintéticos a priori. Las Matemáticas porque se basa en principios que describen las condiciones puras del espacio (geometría) y del tiempo (aritmética) a partir de intuiciones puras sin usar cantidades. Por ejemplo “la línea recta es la más corta entre dos puntos”. Defiende Kant que sin la intuición pura, en nuestra mente, del espacio y del tiempo no  podríamos percibir las cosas en el espacio y el tiempo La Física se basa en juicios sintéticos a priori porque sus principios establecen las condiciones que han de cumplir todas las relaciones entre fenómenos. Los axiomas de la física de Newton responderían a juicios sintéticos a priori. La relación entre la fuerza y la masa responde a la relación causa efecto, el principio de inercia a la sustancia, la acción y reacción a la comunidad de causas. 

 






Pero la Metafísica no se puede basar en juicios sintéticos a priori tal como se vera y por ello no puede ser ciencia.
El problema del conocimiento es ¿cómo son posibles los juicios sintéticos a priori?. Responder a esta pregunta requiere entender el conocimiento de una determinada manera. Kant parte de que “todo conocimiento comienza en la experiencia, pero no todo conocimiento procede de la experiencia”. Esto significa que además de los datos de los sentidos es preciso admitir la actividad mental a priori del Sujeto, es decir de la razón humana para que los datos de la experiencia tengan coherencia y sentido. La experiencia no se reduce sólo a la sensibilidad, como creían los empiristas, sino que es una síntesis de sensibilidad y entendimiento. La sensibilidad es la capacidad de percibir por medio de los sentidos. Consiste esto en la intuición. El entendimiento es la capacidad de ordenar lo conocido por medio de conceptos. El entendimiento es la Razón pero limitada y aplicada a los datos de la experiencia.
Por medio de los sentido intuimos la realidad. La función de la sensibilidad es suministrar los datos de la realidad. Pero para que esto sea posible es preciso que estos datos se ordenen en el espacio y el tiempo. Esta ordenación es una función a priori que realiza la sensibilidad, por lo que espacio y tiempo no son realidades objetivas o externas al sujeto sino “formas a priori de la sensibilidad”. Los juicios matemáticos describen ese orden puro del espacio y el tiempo que está supuesto en  nuestra experiencia de las cosas.
La función del entendimiento es ordenar lo conocido por conceptos y juicios. Todos nuestros juicios han de cumplir unas condiciones mínimas que las marcan unos conceptos especiales: las categorías. Estos son conceptos a priori que están supuestos en todos los juicios y por tanto en toda la experiencia de la realidad. Son categorías los conceptos de unidad, pluralidad, posibilidad, necesidad, sustancia, causa efecto,..etc según Kant hasta doce. Los principios de la Física son juicios sintéticos a priori porque estos juicios determinan las condiciones generales de la experiencia según las categorías del entendimiento.
Tenemos así que el entendimiento ordena a priori  por medio de las categorías los datos de la experiencia haciendo posible que el conocimiento tenga unidad y  sentido, y se puedan establecer leyes universales.

La Metafísica responde a la pretensión de conocer la realidad en sí (noúmeno) sin acudir a la experiencia y sólo por medio de la Razón pura <adviértase que la obra de Kant sobre esto se denomina Crítica de la Razón Pura>. La Metafísica pretende ser una ciencia sobre el Alma (Psicología racional), el Mundo o realidad externa (Cosmología racional) y Dios (Teología racional), llegando a principios absolutos de forma racional. Kant no sólo plantea que  no podemos tener datos objetivos de esos temas, cosa que estaría clara, sino que la pretensión de un conocimiento puramente racional es imposible pues la razón se enreda en todo tipo de contradicciones. La Metafísica sería así desde el punto de vista de la ciencia una Ilusión, pero no es un capricho o un error subjetivo de los metafísicos. Para Kant es una “Ilusión  trascendental”, es decir resulta de la estructura de nuestra Razón, o de la forma humana de razonar. Con la razón regulamos el conjunto de nuestros conocimientos dándoles orden y facilitando así el progreso del conocimiento . Pero razonamos suponiendo que “dado lo condicionado están dadas la totalidad de las condiciones” es decir que planteada cualquier cuestión siempre existe un principio absoluto que la explica. Según esto Dios, el alma y el mundo como totalidad de causas y efectos serían presuntos objeto absolutos, que explicarían el más allá, el mundo en su conjunto y la vida humana,  pero en realidad  son ilusiones trascendentales, presuntos objetos de los que nada podemos conocer ni demostrar. Por eso Kant sostiene ante el tema de Dios una posición agnóstica. De esta manera se concluye que el hombre sólo puede conocer por la experiencia y que un conocimiento racional puro sobre la realidad es vano. La ciencia no nos da a conocer la realidad en sí pero al menos nos permite comprender lo que se nos manifiesta.

¿Qué debemos hacer?
A esta pregunta responde la Ética. Es una cuestión que pertenece a la razón práctica. La razón no sólo tiene una dimensión teórica, ligada al conocimiento objetivo, sino práctica, referida a la acción. La razón en su uso práctico se dirige a determinar la voluntad y la conducta humana. Según Kant la ética ha de ser universal y necesaria, al igual que la ciencia, pues todos podemos conducirnos racionalmente y distinguir el bien del mal. Propone así una ética estrictamente racional, una ética basada en motivos racionales y no sensibles, que descansa en la capacidad de la razón práctica para dictar nuestra conducta. Rechaza tanto el naturalismo que pretende fundar la moral en las leyes de la naturaleza, como el intelectualismo que pretende fundar la ética en el conocimiento, pero también la ética de D. Hume que pretende fundar los juicios morales en el sentimiento.
 Una ética racional es una ética autónoma y formal. Autónoma pues la razón no tiene más autoridad que sí misma, con lo que los dictados morales sólo pueden proceder del sujeto y no de algo ajeno (heteronomía moral). Es formal por que no puede dictar lo que todos deben hacer, ni lo que es bueno para todos, sino las condiciones o requisitos que ha de cumplir cualquier juicio, conducta o ideal moral, para ser válido.
¿Cuál es esta condición?.La condición que deben cumplir los actos morales es que los hagamos por deber y no meramente conforme al deber. El deber no es más que la voz de la razón práctica en nuestra conciencia. Para Kant la conciencia moral es un hecho, al igual que es un hecho la ciencia. Por ello dice que el mayor bien posible es una buena voluntad sin restricciones, es decir sin necesidad de que sintamos lo que es bueno  como un deber u obligación. Pero es un hecho que  sentimos lo  bueno como un deber (no sólo admitimos que “es bueno decir la verdad”, sino que “debemos decir la verdad”) porque también tenemos motivaciones sensibles que nos empujan a hacer lo contrario de lo que es bueno en cada caso.
¿Pero cual es la estructura formal del deber, es decir del juicio moral?.Para Kant es un juicio sintético a priori al que denomina Imperativo Categórico.  Es decir una norma que nos damos interiormente y que hemos de cumplir porque creemos que es buena en sí misma. A diferencia de ello, los imperativos hipotéticos nos mandan hacer algo para conseguir algún fin. Por  ejemplo comer para vivir, estudiar para poder trabajar..etc. Los imperativos categóricos sin embargo mandan incondicionalmente, sin nada a cambio, por ejemplo “hay que decir la verdad me beneficie o me perjudique”. Ahora bien el Imperativo categórico es un puro requisito formal, como tal no ordena nada concreto, carece de contenido. Sólo dice: “que la máxima de tu conducta pueda servir de ley universal”. Es decir que en tal situación determinada hay que obrar según uno cree que es el bien y que por tanto quisiera que cualquiera obrara igual. Si considero mi deber decir la verdad, considero implícitamente que todo el mundo debe decir la verdad, y es lo que quisiera que cualquiera hiciera en la situación en que me encuentro. En definitiva actuamos moralmente cuando tomamos nuestras máximas como leyes universales, cuando seguimos el Imperativo categórico.
El imperativo categórico implica respetar a los demás como personas, es decir como fines en sí y no como un objeto o como medio para mis fines. Yo debo tratar a todos como personas y por ello  quisiera que todos me trataran como persona respetando mis derechos. A su vez esto tiene sus consecuencias para la vida social. De acuerdo con el mandato de la razón he de seguir aquella norma que pienso debería seguir cualquiera si queremos una sociedad justa. En una sociedad tal  las personas  estarían relacionadas por  lazos morales. A ello denomina Kant un “reino de fines”.
Tenemos así que la ética de Kant fundamenta la moralidad en la autonomía de la voluntad, pues la voluntad se determina sólo por la razón práctica y no por fines externos. La conciencia personal se convierte en la única autoridad moral capaz de dictar leyes morales. El sujeto moral es así legislador, juez y ejecutor de sus propias leyes, teniendo en cuenta que esto no puede obedecer al capricho o a los intereses personales sino al rigor de nuestra razón práctica que se expresa en la voz del deber.






El hecho de la autonomía  de la voluntad determina el sentido de la libertad humana. Para Kant el hombre se caracteriza por su libertad, la cual consiste en poder ser causa de sí y no obrar por causas externas. Pero esto sólo ocurre cuando la razón es la causa de nuestros actos y obedecemos los mandatos de la razón. Desde un punto de vista práctico la libertad es un postulado, una posibilidad que, aunque indemostrable, hay que admitir como condición de la moralidad. Esto significa que si tratamos de explicar la conducta humana tenemos que considerar al hombre como un fenómeno natural más y atenernos solo a lo que podemos observar. Entonces todo obedece a causas o estímulos externos y estaría determinado, sin que cuente para nada la libertad. Pero a pesar de eso hay que considerar al hombre como noumeno, es decir ser capaz de obrar racionalmente y por tanto libremente. Desde este punto de vista siempre consideramos al hombre responsable de sus actos.

Las consecuencias del análisis de la razón práctica guían la respuesta a la última cuestión: ¿qué tenemos derecho a esperar?.
La esperanza del hombre es la felicidad, pero como seres morales el valor último no es la felicidad sino la dignidad como personas. Se trata de ser dignos de ser felices. Esto sólo es posible si el mundo es un reino de fines, una comunidad vinculada por la moralidad y el bien. Este ideal moral de un mundo justo y feliz es el ideal del hombre por excelencia, pero no es posible en la tierra, dada la naturaleza finita del mundo. Como estamos destinados a ello hay que aceptar su posibilidad más allá de esta vida. Habría entonces que admitir la posibilidad de la existencia de Dios como ser perfecto y único capaz de hacer realidad esta aspiración. También hay que admitir la posibilidad de la existencia del alma, como sustancia inmortal, ya que sólo de esa manera podemos disfrutar de esa meta.
La libertad, Dios y el alma son ideas racionales que tienen la condición de postulados de la razón práctica. Sobre estos postulados Kant funda la  idea de la religión como fe racional, fe fundada en razones derivadas de la naturaleza moral del hombre.
¿Pero no se contradice esto con los resultados de la Critica de la Razón Pura y concretamente la crítica de la Metafísica?. Para Kant la contradicción sólo es aparente. La CRP niega que se pueda conocer objetivamente nada sobre esto, pero admite que la idea de Dios y del alma sean pensables, y por tanto posibles. Por su parte la Ética no establece un conocimiento objetivo al respecto, sino sólo que, de acuerdo con el significado de nuestra realidad moral, hay razones para postular la existencia de Dios y del alma. Así que las razones favorables a la  creencia en Dios y el alma no provienen del conocimiento objetivo de la naturaleza sino de las evidencias de la moralidad humana.
Sobre los postulados de la razón práctica se fundamenta el ideal moral del hombre como ser racional, el ideal de un mundo justo y feliz. Este ideal es la meta que ha de guiar los afanes del hombre por mejorar y el principal estímulo del progreso moral de la humanidad. El hombre siempre será más bueno si cree que los ideales morales se pueden alcanzar y que la buena conducta se ha de premiar. La búsqueda de ese ideal constituye por último el fin y el sentido de la historia de la humanidad.








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