La filosofía de Kant es la representación
más elevada y cualificada de la Ilustración, cuyo ideal, sapere aude
(atrévete a saber), sirve de lema de toda su filosofía. La Ilustración tiene
por ideal la madurez espiritual y moral de la humanidad, que el hombre sea
capaz de regirse por la razón. La filosofía kantiana atiende a este ideal al
poner en el centro el análisis crítico de la razón, ya que de las condiciones,
posibilidades y limitaciones del uso de la razón, y en general de las
capacidades intelectuales, depende el valor de la cultura humana. Kant analiza
la razón en sus tres dimensiones principales: como razón teórica
(capacidad de conocer objetivamente), razón práctica (capacidad de guiar
los actos y la vida) y en su relación con el sentimiento profundo del hombre
(cómo índice de nuestras esperanzas últimas). A este objetivo se dirigen las
tres preguntas clave del pensamiento: “¿qué podemos conocer?, ¿qué debemos
hacer?, ¿qué tenemos derecho a esperar?”. Responder a estas preguntas daría
la clave para responder a la pregunta fundamental: “¿qué es el hombre?”.
La
filosofía kantiana se denomina Idealismo trascendental: Según
esto el Sujeto, la razón humana, crea la forma del mundo, es. Pero de una
manera trascendental, es decir sin determinar el contenido de la
experiencia, otorgando sólo su forma o estructura. Kant lo ilustra con la
metáfora de la “revolución copernicana”. Viene a decir “Hasta ahora
<filosofía tradicional> es el objeto el que determina el conocimiento del
sujeto. Desde ahora es el sujeto el que
determina la forma del objeto (es decir
lo conocido).” Para la filosofía tradicional el sujeto gira en torno al
objeto; para la filosofía kantiana el objeto gira en torno al objeto.
La conclusión inmediata es que no conocemos
la realidad como tal sino sólo su apariencia, es decir la realidad “filtrada”
por nuestra forma de conocerla. Y esto es irremediable, al igual que no
podemos sobrepasar los limites de la experiencia tratando resolver cuestiones sobre los que no
es posible tener datos. Kant establece de esta manera la distinción
entre el fenómeno y el noúmeno. El noúmeno sería la
cosa en sí, si la conociéramos en sí misma, el fenómeno es la cosa tal como se
nos aparece y podemos conocer. Fenómeno y noúmeno son una misma realidad pero
no pueden nunca coincidir en el conocimiento. El conocimiento
humano, al igual que no puede rebasar la
frontera de la experiencia ,sólo puede conocer los fenómenos, la apariencia de
la realidad. La ciencia ha de explicar y dar razón de la naturaleza como
conjunto de fenómenos, pero no puede decir nada sobre la realidad en sí
(noumeno).
¿Qué podemos conocer?.
La
filosofía no debe explicar la realidad, como hacía hasta el momento la
metafísica, ya que la ciencia se ha consolidado como saber objetivo, según
demuestra la obra de Newton. En lugar de ello ha de responder a la pregunta ¿cómo
es posible la ciencia?. Es decir qué condiciones o requisitos ha de
cumplir la ciencia para ser un conocimiento universal y necesario. Desde su
punto de vista ni el racionalismo ni el empirismo han dado una solución
satisfactoria. El racionalismo porque al pretender que la ciencia se deduzca de
principios generales indemostrables cae en el dogmatismo (así entiende la
filosofía racionalista de C. Wolf). Pero el empirismo cae en el escepticismo y
convierte a la ciencia en un mero conocimiento probable tal como se sigue de la
crítica de D. Hume al principio de causalidad.
La
solución de Kant es que, si consideramos la ciencia en su estructura formal,
hay que admitir que los principios de cada ciencia han de ser juicios
sintéticos a priori. Este tipo de juicios son una invención
<¿descubrimiento?> de Kant. Los racionalistas defendían que los
principios de la ciencia debían ser juicios analíticos, para los empiristas
sólo podían ser juicios sintéticos a posteriori. Pero Kant objeta que si fueran
juicios analíticos nada dirían de la realidad y que si fueran sintéticos a
posteriori no podían ser necesarios y universales. Los juicios sintéticos a
priori son juicios sobre la realidad que están supuestos en nuestra forma de
conocer como si fueran ideas innatas. Así la relación causa-efecto es un juicio
sintético a priori que dice “todo cambio obedece a algo”. Los juicios
sintéticos a priori son necesarios pues de lo contrario nuestra experiencia
carecería de orden y de sentido.
Para
Kant las Matemáticas y la Física se basan en juicios sintéticos a
priori. Las Matemáticas porque se basa en principios que describen las
condiciones puras del espacio (geometría) y del tiempo (aritmética) a partir de
intuiciones puras sin usar cantidades. Por ejemplo “la línea recta es la más
corta entre dos puntos”. Defiende Kant que sin la intuición pura, en nuestra
mente, del espacio y del tiempo no
podríamos percibir las cosas en el espacio y el tiempo La Física se basa
en juicios sintéticos a priori porque sus principios establecen las condiciones
que han de cumplir todas las relaciones entre fenómenos. Los axiomas de la
física de Newton responderían a juicios sintéticos a priori. La relación entre
la fuerza y la masa responde a la relación causa efecto, el principio de
inercia a la sustancia, la acción y reacción a la comunidad de causas.
Pero
la Metafísica no se puede basar en juicios sintéticos a priori tal como
se vera y por ello no puede ser ciencia.
El
problema del conocimiento es ¿cómo son posibles los juicios sintéticos a
priori?. Responder a esta pregunta requiere entender el conocimiento de una
determinada manera. Kant parte de que “todo conocimiento comienza en la
experiencia, pero no todo conocimiento procede de la experiencia”. Esto
significa que además de los datos de los sentidos es preciso admitir la
actividad mental a priori del Sujeto, es decir de la razón humana para que los
datos de la experiencia tengan coherencia y sentido. La experiencia no se
reduce sólo a la sensibilidad, como creían los empiristas, sino que es una síntesis
de sensibilidad y entendimiento. La sensibilidad es la capacidad de
percibir por medio de los sentidos. Consiste esto en la intuición. El entendimiento
es la capacidad de ordenar lo conocido por medio de conceptos. El
entendimiento es la Razón pero limitada y aplicada a los datos de la
experiencia.
Por
medio de los sentido intuimos la realidad. La función de la sensibilidad
es suministrar los datos de la realidad. Pero para que esto sea posible es
preciso que estos datos se ordenen en el espacio y el tiempo.
Esta ordenación es una función a priori que realiza la sensibilidad, por lo que
espacio y tiempo no son realidades objetivas o externas al sujeto sino “formas
a priori de la sensibilidad”. Los juicios matemáticos describen ese orden puro
del espacio y el tiempo que está supuesto en
nuestra experiencia de las cosas.
La
función del entendimiento es ordenar lo conocido por conceptos y
juicios. Todos nuestros juicios han de cumplir unas condiciones mínimas que las
marcan unos conceptos especiales: las categorías. Estos son conceptos
a priori que están supuestos en todos los juicios y por tanto en
toda la experiencia de la realidad. Son categorías los conceptos de unidad,
pluralidad, posibilidad, necesidad, sustancia, causa efecto,..etc según Kant
hasta doce. Los principios de la Física son juicios sintéticos a priori porque
estos juicios determinan las condiciones generales de la experiencia según las
categorías del entendimiento.
Tenemos
así que el entendimiento ordena a priori
por medio de las categorías los datos de la experiencia haciendo
posible que el conocimiento tenga unidad y
sentido, y se puedan establecer leyes universales.
La Metafísica
responde a la pretensión de conocer la realidad en sí (noúmeno) sin acudir a la
experiencia y sólo por medio de la Razón pura <adviértase que la obra de
Kant sobre esto se denomina Crítica de la Razón Pura>. La Metafísica
pretende ser una ciencia sobre el Alma (Psicología racional), el Mundo o
realidad externa (Cosmología racional) y Dios (Teología racional), llegando a
principios absolutos de forma racional. Kant no sólo plantea que no podemos tener datos objetivos de esos
temas, cosa que estaría clara, sino que la pretensión de un conocimiento
puramente racional es imposible pues la razón se enreda en todo tipo de
contradicciones. La Metafísica sería así desde el punto de vista de la ciencia
una Ilusión, pero no es un capricho o un error subjetivo de los metafísicos.
Para Kant es una “Ilusión
trascendental”, es decir resulta de la estructura de nuestra
Razón, o de la forma humana de razonar. Con la razón regulamos el conjunto de
nuestros conocimientos dándoles orden y facilitando así el progreso del
conocimiento . Pero razonamos suponiendo que “dado lo condicionado están dadas
la totalidad de las condiciones” es decir que planteada cualquier cuestión
siempre existe un principio absoluto que la explica. Según esto Dios, el alma y
el mundo como totalidad de causas y efectos serían presuntos objeto absolutos,
que explicarían el más allá, el mundo en su conjunto y la vida humana, pero en realidad son ilusiones trascendentales, presuntos
objetos de los que nada podemos conocer ni demostrar. Por eso Kant sostiene
ante el tema de Dios una posición agnóstica. De esta manera se concluye
que el hombre sólo puede conocer por la experiencia y que un conocimiento
racional puro sobre la realidad es vano. La ciencia no nos da a conocer la
realidad en sí pero al menos nos permite comprender lo que se nos manifiesta.
¿Qué
debemos hacer?
A
esta pregunta responde la Ética. Es una cuestión que pertenece a la razón
práctica. La razón no sólo tiene una dimensión teórica, ligada al
conocimiento objetivo, sino práctica, referida a la acción. La razón en
su uso práctico se dirige a determinar la voluntad y la conducta humana. Según
Kant la ética ha de ser universal y necesaria, al igual que la ciencia, pues
todos podemos conducirnos racionalmente y distinguir el bien del mal. Propone
así una ética estrictamente racional, una ética basada en motivos racionales y
no sensibles, que descansa en la capacidad de la razón práctica para dictar
nuestra conducta. Rechaza tanto el naturalismo que pretende fundar la moral en
las leyes de la naturaleza, como el intelectualismo que pretende fundar la
ética en el conocimiento, pero también la ética de D. Hume que pretende fundar
los juicios morales en el sentimiento.
Una ética racional es una ética autónoma
y formal. Autónoma pues la razón no tiene más autoridad
que sí misma, con lo que los dictados morales sólo pueden proceder del sujeto y
no de algo ajeno (heteronomía moral). Es formal por que no puede dictar
lo que todos deben hacer, ni lo que es bueno para todos, sino las condiciones o
requisitos que ha de cumplir cualquier juicio, conducta o ideal moral, para ser
válido.
¿Cuál
es esta condición?.La condición que deben cumplir los actos morales es que los
hagamos por deber y no meramente conforme al deber. El
deber no es más que la voz de la razón práctica en nuestra conciencia. Para
Kant la conciencia moral es un hecho, al igual que es un hecho la ciencia. Por
ello dice que el mayor bien posible es una buena voluntad sin restricciones, es
decir sin necesidad de que sintamos lo que es bueno como un deber u obligación. Pero es un hecho
que sentimos lo bueno como un deber (no sólo admitimos que
“es bueno decir la verdad”, sino que “debemos decir la verdad”) porque también
tenemos motivaciones sensibles que nos empujan a hacer lo contrario de lo que
es bueno en cada caso.
¿Pero
cual es la estructura formal del deber, es decir del juicio moral?.Para Kant es
un juicio sintético a priori al que denomina Imperativo Categórico. Es decir una norma que nos damos
interiormente y que hemos de cumplir porque creemos que es buena en sí misma. A
diferencia de ello, los imperativos hipotéticos nos mandan hacer
algo para conseguir algún fin. Por
ejemplo comer para vivir, estudiar para poder trabajar..etc. Los
imperativos categóricos sin embargo mandan incondicionalmente, sin nada a
cambio, por ejemplo “hay que decir la verdad me beneficie o me perjudique”.
Ahora bien el Imperativo categórico es un puro requisito formal, como tal no
ordena nada concreto, carece de contenido. Sólo dice: “que la máxima de tu
conducta pueda servir de ley universal”. Es decir que en tal situación
determinada hay que obrar según uno cree que es el bien y que por tanto
quisiera que cualquiera obrara igual. Si considero mi deber decir la verdad,
considero implícitamente que todo el mundo debe decir la verdad, y es lo que
quisiera que cualquiera hiciera en la situación en que me encuentro. En
definitiva actuamos moralmente cuando tomamos nuestras máximas como leyes
universales, cuando seguimos el Imperativo categórico.
El
imperativo categórico implica respetar a los demás como personas, es decir como
fines en sí y no como un objeto o como medio para mis fines. Yo debo tratar a
todos como personas y por ello quisiera
que todos me trataran como persona respetando mis derechos. A su vez esto tiene
sus consecuencias para la vida social. De acuerdo con el mandato de la razón he
de seguir aquella norma que pienso debería seguir cualquiera si queremos una
sociedad justa. En una sociedad tal las
personas estarían relacionadas por lazos morales. A ello denomina Kant un “reino
de fines”.
Tenemos
así que la ética de Kant fundamenta la moralidad en la autonomía de la voluntad,
pues la voluntad se determina sólo por la razón práctica y no por fines
externos. La conciencia personal se convierte en la única autoridad moral capaz
de dictar leyes morales. El sujeto moral es así legislador, juez y ejecutor de
sus propias leyes, teniendo en cuenta que esto no puede obedecer al capricho o
a los intereses personales sino al rigor de nuestra razón práctica que se
expresa en la voz del deber.
El
hecho de la autonomía de la voluntad
determina el sentido de la libertad humana. Para Kant el hombre se
caracteriza por su libertad, la cual consiste en poder ser causa de sí y no
obrar por causas externas. Pero esto sólo ocurre cuando la razón es la causa de
nuestros actos y obedecemos los mandatos de la razón. Desde un punto de vista
práctico la libertad es un postulado, una posibilidad que,
aunque indemostrable, hay que admitir como condición de la moralidad. Esto
significa que si tratamos de explicar la conducta humana tenemos que considerar
al hombre como un fenómeno natural más y atenernos solo a lo que podemos
observar. Entonces todo obedece a causas o estímulos externos y estaría
determinado, sin que cuente para nada la libertad. Pero a pesar de eso hay que
considerar al hombre como noumeno, es decir ser capaz de obrar
racionalmente y por tanto libremente. Desde este punto de vista siempre
consideramos al hombre responsable de sus actos.
Las
consecuencias del análisis de la razón práctica guían la respuesta a la última
cuestión: ¿qué tenemos derecho a esperar?.
La
esperanza del hombre es la felicidad, pero como seres morales el valor último
no es la felicidad sino la dignidad como personas. Se trata de
ser dignos
de ser felices. Esto sólo es posible si el mundo es un reino de fines, una
comunidad vinculada por la moralidad y el bien. Este ideal moral
de un mundo justo y feliz es el ideal del hombre por excelencia, pero no es
posible en la tierra, dada la naturaleza finita del mundo. Como estamos
destinados a ello hay que aceptar su posibilidad más allá de esta vida. Habría
entonces que admitir la posibilidad de la existencia de Dios como ser perfecto
y único capaz de hacer realidad esta aspiración. También hay que admitir la
posibilidad de la existencia del alma, como sustancia inmortal, ya que sólo de
esa manera podemos disfrutar de esa meta.
La
libertad, Dios y el alma son ideas racionales que tienen la condición de postulados
de la razón práctica. Sobre estos postulados Kant funda la idea de la religión como fe racional,
fe fundada en razones derivadas de la naturaleza moral del hombre.
¿Pero
no se contradice esto con los resultados de la Critica de la Razón Pura y
concretamente la crítica de la Metafísica?. Para Kant la contradicción sólo es
aparente. La CRP niega que se pueda conocer objetivamente nada sobre esto, pero
admite que la idea de Dios y del alma sean pensables, y por tanto
posibles. Por su parte la Ética no establece un conocimiento objetivo al
respecto, sino sólo que, de acuerdo con el significado de nuestra realidad
moral, hay razones para postular la existencia de Dios y del alma. Así
que las razones favorables a la creencia
en Dios y el alma no provienen del conocimiento objetivo de la naturaleza sino
de las evidencias de la moralidad humana.
Sobre
los postulados de la razón práctica se fundamenta el ideal moral del
hombre como ser racional, el ideal de un mundo justo y feliz. Este ideal es la
meta que ha de guiar los afanes del hombre por mejorar y el principal estímulo
del progreso moral de la humanidad. El hombre siempre será más bueno si cree
que los ideales morales se pueden alcanzar y que la buena conducta se ha de
premiar. La búsqueda de ese ideal constituye por último el fin y el sentido de
la historia de la humanidad.
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