El mismo K. Marx
(1.818-1.883) considera su pensamiento parte de los movimientos sociales y
políticos de trabajadores emergentes en la segunda mitad del s. XIX. Su
filosofía tiene así una vocación política y revolucionaria, en sintonía con la
exaltación de la acción práctica que predomina en su época. “Hasta ahora, dice,
la filosofía se ha encargado de interpretar el mundo, ahora se trata de
transformarlo”. Marx considera también su filosofía como una inversión, un poner
cabeza abajo, la filosofía de G. W.F. Hegel, del que sin embargo recibe las
categorías fundamentales. Hegel es el mayor representante del idealismo alemán.
Profesa un Idealismo objetivo, según el que “toda la realidad es racional y
todo lo racional es real”. El mundo es producto de la construcción del Espíritu
humano, de la conciencia humana, que, en su desarrollo, crea el contenido del
mundo. Este desarrollo es una evolución dialéctica, por la que el sujeto una
vez que comprende la realidad se reconoce en la realidad, dando lugar a un
nuevo estadio en la evolución de la conciencia. La filosofía, y especialmente
la filosofía de Hegel sería la culminación de este desarrollo del Espíritu, al
ser la forma de la cultura en la que se comprenden todas las demás formas de
conciencia. En lo que se refiere a la histori, para Hegel la culminación del
desarrollo histórico es el Estado burgués que sería la expresión de la armonía
entre el interés del individuo y del interés social.
K. Marx opone al Idealismo hegeliano una filosofía materialista y
dialéctica, aunque quien denominó de esta manera su filosofía fue su amigo F.
Engels. El materialismo marxista se basa en el principio de “que no es la
conciencia la que determina el ser, sino el ser el que determina la conciencia”.
Es decir las ideas, pensamientos y creencias colectivas son representaciones
determinadas por la práctica social, más en concreto por los intereses de los
grupos sociales. A diferencia de Engels, Marx no trata de proponer un sistema
que de cuenta de los principios que rigen la naturaleza derivando a partir de
ellos las leyes de la historia humana, sino que, de acuerdo con la idea
anterior, asume la dialéctica hegeliana exclusivamente para explicar el
desarrollo histórico de la humanidad. Este desarrollo no se debe al Espíritu,
sino a la transformación de las relaciones de producción, que constituye la
base material y fundamental de la realidad humana.
Para Marx el hombre es sobre todo un sujeto social y colectivo, todo
hombre singular es parte de un colectivo y es la sociedad entera la que tiene
la verdadera identidad. Lo que determina la sociedad son las relaciones
sociales, predominantemente las relaciones productivas. Esto obedece a que el
hecho más definidor de la realidad humana es el trabajo, homo faber,
entendiendo por tal la capacidad de transformar la naturaleza conforme a las
necesidades y fines humano. La capacidad del trabajo implica inventar y
disponer sistemáticamente del instrumental técnico con el que transformar la
naturaleza. Sólo el hombre es capaz de crear instrumentos sirviéndose de los
instrumentos que le ofrece la naturaleza. Pero el trabajo sólo es útil como
actividad social que requiere la cooperación de todos los miembros de la
sociedad. Tenemos así que, como ser que depende de su trabajo, el hombre tiene
que cooperar y socializarse, pero a la vez con esto se socializa el trabajo y
se convierte un bien social. El destino último del hombre es desde esta
perspectiva la “humanización de la naturaleza”, la transformación integral de la
naturaleza según las necesidades humanas. Mientras para Hegel el hombre
“espiritualiza la naturaleza” mediante la cultura, para Marx el hombre la
“humaniza” mediante el trabajo.
La sociedad humana está determinada por las relaciones de producción
que en ellas dominan. Se trata de las relaciones que entablan los hombres para
producir según la división del trabajo que impera. La división del trabajo
implica la especialización de la sociedad en las diferentes parcelas de la
producción, pero sobre todo en la organización del proceso de trabajo,
creándose con ello los grupos o sectores sociales. Esta división se torna
inevitable al hacerse más compleja la sociedad y tener que atender las
necesidades crecientes de sus miembros. Con ello se crean también los intereses
las diferencias y las desigualdades sociales.
Toda sociedad se caracteriza por su modo de producción dominante. El
modo de producción es la combinación de un nivel determinado de desarrollo de
las fuerzas productivas,( la capacidad colectiva de producción según la
preparación, los bienes disponibles, los medios técnicos y la organización de
la producción) ,y las relaciones de producción imperantes. Éstas se determinan
a su vez por la posición de los miembros de la sociedad en relación con los
medios de producción, dividiéndose en lo fundamental entre los propietarios de
los medios de producción y los que no poseen más propiedad que su fuerza de
trabajo. Toda sociedad tiende a dividirse así entre dos clases o grupos
fundamentales, los propietarios de los medios de producción y los trabajadores.
La institución de la propiedad privada es la forma jurídica en la que se
reconoce esa división.
Pero las relaciones de producción son un aspecto de la realidad social.
En toda sociedad hay que distinguir la base material consistente en las
relaciones económicas, y la superestructura ideológica, constituida por el
entramado de ideas y creencias colectivas ordenadas en las diferentes visiones
del mundo. La base económica determina, o al menos marca, los límites en los
que se mueven las diferentes ideologías. Esto hay que entenderlo en el
siguiente sentido: las ideas de la gente
responden a su posición social, en virtud de la necesidad de hacer valer los
intereses sociales. Estas ideas cristalizan en visiones colectivas que Marx
denomina “ideologías”. La ideología sería la representación o conjunto
representaciones colectivas sobre el mundo y el hombre. Para Marx la ideología es en lo fundamental una forma
de “falsa conciencia” pues no se ve la realidad tal cual es sino mediatizada
por el interés de clase. Pero sobre todo esta tergiversación o engaño social se
debe al interés de los grupos dominantes de ocultar sus privilegios e intereses
presentando las relaciones de producción,
que tienden a cambiar y transformarse, como si fueran definitivas e inmutables. La
ideología dominante en las sociedades divididas en clases oculta los verdaderos
intereses de las clases dominadas, haciéndoles creer que su interés coincide
con el de las clases dominantes.
El análisis de la sociedad se completa con la evaluación de la
situación del hombre como sujeto social. Para Marx toda sociedad dividida en
clases acarrea la alineación del hombre. Marx recoge éste concepto de Hegel y
de L. Feuerbach, principal seguidor de la llamada “izquierda hegeliana”. Para
Hegel la alineación es una fase del desarrollo de la conciencia consistente en
que ésta al conocer su objeto todavía no se reconoce en él. Por eso el proceso
dialéctico consiste en la”superación de la alineación”. L.Feuerbach y en general
“los jóvenes hegelianos” ven en el sometimiento de la conciencia por motivos
ideológico-religiosos la clave de la alineación y la dependencia del hombre. La
alineación es, desde este punto de vista, el estado en el que el que el hombre
queda despojado de su esencia al subordinar su conciencia a la idea de un ser
absoluto, Dios, idea que el hombre, sin saberlo, ha creado, proyectando en ella
la ilusión humana de ser omnipotente e infinito..
Para Marx la alineación se debe primero a razones económicas y después
ideológicas. La alineación económica determina la alineación ideológica. Según
esto mientras el trabajador es la fuerza principal de la producción, está
excluido de la propiedad de los medios de producción, del control del proceso
productivo y de los beneficios del trabajo. En estas condiciones de “explotación del hombre por el hombre” el
trabajador no puede realizarse como ser humano y se reduce a ser una pieza del
proceso productivo. Como Marx identifica a la humanidad con las clases
trabajadoras esta situación de explotación y alineación no afecta sólo a los
trabajadores sino que implica también el estado de sometimiento y dependencia de la humanidad en
su conjunto.
Aunque la alineación ideológica proviene de la económica, en la
práctica es un mecanismo de ocultamiento de la explotación económica. El
sometimiento de la conciencia, la perdida de conciencia sobre la realidad de
las condiciones que permiten la explotación, el consuelo en la divinidad o la
vida eterna son aspectos de la alineación ideológica, que encubren la
alineación económica.
Marx aplica la dialéctica a la historia para analizar las leyes
históricas. Esto constituye el denominado “materialismo histórico”, que es el
núcleo del pensamiento marxista. Marx considera el materialismo histórico una
“ciencia” tan objetiva como la física o la biología.
El motor de la historia es
la lucha de clases, asunto inevitable debido a la permanente contradicción que
subyace en toda sociedad, por poco
compleja que sea, entre el desarrollo creciente de las fuerzas productivas y
las relaciones de producción imperantes. Toda sociedad tiende a generar unas
posibilidades productivas que por la limitación de sus relaciones de producción
no puede aprovechar, lo que reclama unas nuevas relaciones de producción más
eficaces. Esta contradicción estimula la lucha de clases, porque las clases
explotadas precisan que haya unas relaciones de producción en las que puedan
hacerse valer. La historia obedece así a unas leyes que según Marx conducen
casi necesariamente al surgimiento de nuevas relaciones de producción mas
eficaces, lo que coincide con los intereses de las clases trabajadoras, que
serían sus principales beneficiarios. Marx desde esta perspectiva denomina a su
pensamiento “socialismo científico” para distinguirlo del “socialismo utópico”.
El “socialismo científico” ve en la revolución social y el socialismo la meta
de la historia de acuerdo con lo que considera el análisis de las leyes
objetivas del proceso histórico, mientras que el “socialismo utópico” sustenta la fe en el socialismo sólo
en las aspiraciones y deseos.
Si bien el avance de la historia es inevitable y está por encima de la
voluntad de los individuos, el desarrollo de la lucha de clases como “partera
de la historia” puede acelerar o retardar el resultado final. La conciencia
social y política de las clases enfrentadas, especialmente de los trabajadores
es a este respecto muy importante. Pero el hecho decisivo es la conquista
política del poder por las clases emergentes , lo que en el caso del socialismo
es condición necesaria para la creación de las relaciones de producción
socialistas. Este hecho es coherente con la idea marxista de que el Estado no
representa a la sociedad en su conjunto ni es producto de un pato o contrato
entre los individuos sino que representa a las clases económicamente
dominantes.
El avance de la
historia implica la sustitución de los modos de producción. C. Marx distingue
el modo de producción asiático, esclavista, feudal, capitalista y comunista.
Dedica su obra principal,“El Capital”, a analizar el capitalismo con el fin de
demostrar que su desaparición es inevitable en virtud de sus propias
contradicciones, y que por ello no existe otra salida posible que preparar su
sustitución por el socialismo. El
capitalismo convierte todo en mercancía, un bien intercambiable, que carece de
valor en sí y sólo tiene el valor que le da el mercado. Pero el valor último de
la mercancía proviene de la apropiación por parte del empresario de la
plusvalía, es decir el excedente entre lo que cuesta producir la mercancía y lo
que cuesta reponer la fuerza de trabajo, el mantenimiento de los trabajadores.
El capital del que dispone el empresario proviene de esta plusvalía a la que no
puede acceder el trabajador que la habría producido en gran medida. Al ser un
sistema basado en la industrialización generalizada, el desarrollo técnico
creciente y la organización del trabajo a escala masiva, el capitalismo
generaría unas posibilidades y una creciente socialización de la producción,
que, sin embargo, la sociedad no puede aprovechar, debido a que el capitalista
dedica la plusvalía a su interés privado y no al desarrollo social de la
producción. Para Marx el socialismo es inevitable tanto por estas
contradicciones que llevan a una explotación creciente de los trabajadores
colapsando las fuerzas productivas, como por su superioridad frente al
capitalismo. Radica esta en que al detentar la sociedad la propiedad de los
medios de producción en coherencia con la socialización delas fuerzas
productivas, esto permite una planificación racional de la economía atendiendo
al interés general. En sentido estricto el modo de producción alternativo al
capitalismo sería el comunismo. Según el “Programa de Gotha” el socialismo es
la fase de preparación del comunismo que se sucederían según el principio “de
cada uno según su trabajo a cada uno según sus necesidades” en el comunismo,
donde desaparecerían las clases sociales y el Estado como instrumento de
dominación de una parte de la sociedad sobre el resto.
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