Con
San Agustin y G. De Ockam, Sto. Tomás de Aquino (religioso dominico. Aquino.
Italia.1225-1274.) es uno de los
principales representante del pensamiento filosófico cristiano medieval
y la principal figura de la escolástica.
Representa
la adecuación del pensamiento cristiano a los nuevos tiempos (siglos XII
–XIII):
-auge
de las ciudades y del comercio.
-modernización
de la agricultura y gran crecimiento demográfico.
-refuerzo
del poder de la Iglesia y de las monarquías nacionales como resultado de las
cruzadas y de la creación de la Inquisición (contra los albigenses).
-surgimiento y auge del gótico expresado
fundamentalmente en las grandes catedrales.
-creación
de las Universidades que sustituyen a los monasterios y las cortes como centros
de la cultura. Extensión consiguiente de la cultura a capas burguesas. También
el nacimiento de las ordenes mendicantes.
-Difusión
de la obra de Aristóteles en las Universidades.
El
pensamiento de S. Tomás de Aquino trata
de armonizar la filosofía aristotélica que ofrece una explicación racional de
la naturaleza con la religión cristiana que ofrece una experiencia de Dios
ligada a la salvación del hombre. El Tomismo no estuvo bien visto al principio,
pero fue luego admitido como la filosofía escolástica oficial, al expresar el
equilibrio entre una visión racional del universo y de la sociedad y los
anhelos de la fe, en perfecta congruencia con el carácter teocrático y
jerárquico de la sociedad medieval,
Pero
ha de oponerse primero a la versión del
averroísmo latino (Averroes) que imperó en las más importantes universidades.
Éste defiende que:
-el
alma del individuo es mortal y desaparece con el cuerpo, siendo eterno el
entendimiento agente que es el alma común de la especie humana.
-el
mundo es eterno junto con Dios y no ha sido creado libremente por Dios.
-el
mundo es una cadena de causas, está todo determinado y no existe la providencia
divina.
Pero
además sostiene que la fe y la razón pueden llegar a conclusiones distintas ambas
verdaderas, debiendo el creyente optar por una u otra.
Todo
ello estaría en contradicción con el credo cristiano, especialmente la doctrina
de la “doble verdad”.
Frente
a ello T de Aquino busca armonizar y sintetizar la fe y la razón, la religión y
el pensamiento racional, ofreciendo una visión racional del mundo compatible
con las verdades de la fe. Siempre dando por supuesto la primacía de la fe y el
carácter indiscutible de las verdades reveladas defiende por un lado la autonomía de la razón para alcanzar la
verdad y por otra parte la colaboración entre la razón y la religión. Distingue
tres tipos de verdades: 1º las verdades exclusivas de la fe, como el
misterio de la Trinidad, respecto de las que la razón nada puede demostrar,
pero sí ayudar a esclarecerlas, mostrando que no son contrarias a la lógica. 2º
Las verdades comunes a la fe y la razón, como la existencia de Dios. Respecto a
ellas la razón puede demostrarlas y esclarecerlas por sí sola aunque siempre le
será útil la guía de la fe. En el caso de que la argumentación racional sea
contraria a la fe, debe admitir que se ha equivocado y reemprenderla
correctamente. 3º Las verdades exclusivas de la razón referentes a los hechos
del mundo, respecto a lo que la fe nada tiene que decir y para lo que se requiere una explicación
puramente racional y científica.
La existencia de Dios es la
primera cuestión de la filosofía como explicación racional, porque de ello
depende el conjunto de la realidad. Que la existencia de Dios sea para el
cristianismo cosa de fe, no evita que se pueda y se deba demostrar
racionalmente, porque de ello depende la posibilidad de cualquier explicación
racional. Las pruebas tomistas se
denominan “las cinco vías”, que
se caracterizan por apoyarse en parte en la experiencia (a diferencia del
“argumento ontológico” de San Anselmo en principio sólo a priori).Todas siguen un mismo esquema: 1º Punto de partida:
hechos evidentes por la experiencia; 2º la necesidad de explicarlos por una
serie de causas; 3º se postula la imposibilidad de que la serie causal se
prolongue hasta el infinito; 4º Conclusión: la necesidad de que la serie causal
parta de una primera causa que sólo puede ser Dios. Las cinco vías toman como
base evidencias constatables empíricamente, desde lo que se realiza la
inferencia causal que concluir la existencia de Dios (primera causa). Estos
hechos evidentes son: el movimiento de los cuerpos, la producción de los seres;
la contingencia y corruptibilidad de los seres; la existencia en el universo de una relación entre los medios y los fines; la
existencia en el universo de diferentes grados de perfección.
El
hombre no puede conocer ni comprender la naturaleza de Dios como “Summum ens” y
“ens perfectisimum” de suyo infinito, pero puede hacerse una idea por analogía,
por comparación con su conocimiento de los entes finitos (criaturas). La “vía
negationis” excluye de Dios los
defectos y limitaciones de los seres mortales y naturales; la “vía
perfectionis”, atribuye a Dios en grado absoluto las perfecciones y
cualidades positivas de las criaturas.
La
ontología se plantea tres problemas fundamentales:
¿Cual
es la naturaleza de Dios?, ¿cual es la naturaleza de las criaturas?, ¿qué
relación hay entre Dios y las criaturas? Es decir, ¿que tienen en común y en
que se diferencian?.
Aunque
no podamos conocer a Dios sino analógicamente, podemos decir que su esencia es
la pura existencia. Toma como argumento de autoridad el salmo que dice “Yo soy
el que soy”. Esto lo entiende Tomás en el sentido de que Dios no es una
sustancia con propiedades o atributos pues por su infinitud rebasa cualquier
determinación. Dios es el existir como tal. A diferencia de los
seres creados existe por sí mismo.
Los demás seres, las criaturas
tienen cualidades determinadas que los distinguen entre sí pero no existen
por sí mismos, es decir deben su existencia a otro ser.
Hay pues dos clases de seres: el
ser necesario que es Dios y los seres contingentes que son las
criaturas. Dios es necesario porque no puede no existir. Las criaturas son
contingentes porque existen pero podrían no haber existido. La razón de ello es
que mientras en Dios coincide la esencia y la existencia, es decir, la esencia
de Dios es existir, en las criaturas no coincide la esencia y la existencia.
Por ejemplo para Tomás la cualidad de hombre (propia de la especie humana) no
implica que esa especie tenga que existir, como la cualidad de sirena no
implica que existan sirenas.
De
esta manera aborda el problema filosófico fundamental: como hacerse una idea
común de Dios y de las criaturas que por una parte salvaguarde la absoluta
trascendencia y perfección inconmensurable de Dios, mientras que por otra,
supuesta la dependencia del mundo y de las criaturas del creador, revalorice la
autonomía y el ser propio de las criaturas de acuerdo con las exigencias de la
razón.
La
solución tomista es la teoría ontológico-teológica de la participación.
Las
criaturas no existen por sí mismos, existen sólo en la medida que participan
del existir puro es decir Dios. Se distinguen de Dios por tener una esencia
propia, Dios es infinito y las criaturas son finitas, lo que parta Tomás
significa que tienen una esencia determinada y dependen en su existir de Dios.
De esta forma se asegura la absoluta transcendencia de Dios y a la vez la
autonomía y el valor de las criaturas y de la creación en su conjunto.
<Tomás
se basa en las categorías de la filosofía aristotélica, pero introduce una
rectificación decisiva. Para Aristóteles todo ente es algo determinado por su
esencia y va de suyo que al ser algo determinado existe. Para Tomás sin embargo
esencia y existencia son dos aspectos o formas
de ser distintos aunque coincidan en cada ser. La esencia (la determinación distintiva) es
posibilidad de existir, existir en potencia, mientras que la existencia (el
hecho efectivo de ser) es la esencia en acto. Así hay dos formas de ser: ser
como esencia y ser como existir. El problema es la relación entre la
esencia y la existencia ¿implica la posibilidad de existir, existir
necesariamente? Y si no es así ¿si algo existe a que debe su existencia?. Se
responde distinguiendo entre el ser
necesario y ser contingente.
Ser necesario es aquel que existe en virtud de su esencia y por tanto existe
necesariamente y por sí mismo. Ser contingente es aquel que existiendo podría
no existir; si existe no es en virtud de su esencia. (Por ejemplo un hombre
cualquiera es contingente pues nada exige que en el universo tengan que existir
necesariamente seres de esta naturaleza; desde otro punto de vista la esencia
“sirena” podría existir pero de hecho no
existe). En ambos casos a su esencia no le corresponde existir. Pero en el caso
de Dios, que es el “existir puro”
(“yo soy el que soy” según la cita bíblica), le corresponde existir
necesariamente según su esencia. Dios es el ser necesario: su esencia implica
existir ya que es existir; el único ser necesario propiamente dicho. Las
criaturas son por el contrario seres contingentes, que no existen
necesariamente en virtud de su esencia, existen pero podrían no existir. Los
seres contingentes existen por participación de la existencia de
Dios, que es el existir puro.>
Dios
crea el mundo por un acto libre según el modelo de las Ideas que tiene
en su mente. Sin embargo desde un punto de vista racional es igualmente posible
que esa creación fuera a partir de un momento en el tiempo o que fuera eterna.
Tomás se inclina por lo primero porque así lo dice la Biblia, admitiendo que lo
segundo es también posible. Como se ha visto Dios es simple (la esencia =
existencia) y las criaturas están compuestas de esencia y existencia. Todo lo
que existe participa del Existir puro. Pero con ello la esencia de cada ser
participa de la Idea que existe en la mente Divina. Frente a la crítica que el
seguimiento de las Ideas contradice la libertad de Dios y lleva al necesitarismo,
la teoría de la participación propone que sólo existen aquellos seres que
participan del existir, sin que todas las esencias posibles tengan que existir.
Y que esto sea así es cosa de la libertad divina. Como obra de la creación todo
(excepto los ángeles) es compuesto de forma y materia y como tal compuesto es
bueno en tanto participa de la bondad divina.
De
acuerdo con la antropología aristotélica el hombre es un ser compuesto de alma
y cuerpo en unidad indisoluble, siendo el alma la forma y el cuerpo la materia.
Como la religión afirma la resurrección del hombre en la vida eterna Tomás
plantea la posibilidad de que resuciten cuerpo y alma. Pero en sentido estricto
el alma es inmortal y estrictamente personal (frente al transmigracionismo) y
sobre vive al cuerpo eternamente. El hombre ocupa un lugar intermedio entre
Dios y los ángeles y el conjunto de la creación. Mientras los ángeles son
formas puras y cada uno es una especie, los hombres son compuestos de forma y
materia. Tomás piensa con Aristóteles que los hombres, aun siendo cada uno ser
personal y único, se distinguen sólo por su materia.
La
teoría del conocimiento también de origen aristotélico defiende que el
conocimiento comienza en la experiencia sensible y llega por abstracción
de la forma al conocimiento de la esencia, que constituye la materia del
concepto universal. En este proceso distingue dos formas de entendimiento: el
entendimiento paciente o potencial que recibe las formas, y el entendimiento
agente que las selecciona dejándolas como concepto en la mente.
La
ética tomista es intelectualista en el sentido de que si bien la
voluntad está dirigida naturalmente al bien, requiere del conocimiento de lo
que es bueno para dirigirse correctamente. Frente al voluntarismo que defiende
que algo es bueno porque lo queremos,
Tomás defiende el equilibrio entre la razón y la voluntad, en la idea de
que la voluntad está encaminada al bien y que por tanto queremos lo que
queremos porque es bueno (o nos parece bueno), pero que para que la voluntad
(es decir el hombre al decidir) no se equivoque es preciso que la razón ilumine
sobre lo que es bueno y malo.
La
ética también de origen aristotélico trata de los bienes en lo que radica la
felicidad humana. De acuerdo con la naturaleza humana el fin del hombre es la
felicidad, el goce del bien. Siendo Dios el bien supremo la verdadera felicidad
del hombre es la unión con Dios en la vida eterna, pero igualmente como ser
racional el hombre puede ser feliz en la tierra disfrutando de los bienes
de la naturaleza y del mundo. La felicidad
terrena nunca será perfecta pero puede ser suficiente para lo que se
puede esperar en la tierra y sobre todo es una preparación para la felicidad
perfecta de la vida eterna en unión con Dios.
La
felicidad y la bondad humana es una misma cosa y consiste en el seguimiento de la
ley natural. Esto es lo adecuado a la naturaleza racional del hombre, por
la que el hombre puede comprender lo que es buena y determinar su voluntad
hacia el bien.
La
ética Tomista se basa así en la teoría de la ley moral natural,
según la que todos los seres racionales son capaces de distinguir y
regirse por los preceptos que rigen nuestra naturaleza o modo de ser, preceptos
o normas que valen para todos por igual.
Distingue primero entre la ley eterna, la ley natural y la ley positiva. La ley eterna es el orden del universo creado
por dios, rige todos los seres y criaturas por voluntad de dios y según su
esencia. La ley natural es la ley eterna acomodada a la naturaleza del hombre
que se muestra, en sentido estricto impresa, en la conciencia racional de todos
los hombres. Todo hombre por ser racional puede entenderla y obedecerla, auque
no sea creyente. La única diferencia es que el creyente cuenta con más ayuda o
incentivos para seguirla en virtud de su fe.
La ley natural es racional, universal,
inmutable, plural en cuanto a los preceptos que contiene pero única en su
contenido esencial, indeleble y ampara
toda virtud.
La
ley natural está impresa en la conciencia de todos los hombres y de acuerdo con
ello rige los principios de la razón práctica, es decir la actividad
racional dirigida a las operaciones y bienes prácticos de la vida, como guía de
la voluntad. Sólo es justo la ley, norma o comportamiento que sea conforme con
la ley natural, pero al estar limitado en su conocimiento absoluto del bien, el
hombre tiene que elegir entre diversos bienes particulares. De aquí que el
hombre pueda equivocarse no en la ley en general sino en su aplicación al no
elegir lo mejor.
El
pecado y el mal son en sentido estricto el incumplimiento de los preceptos de
la ley natural. Pero no por mala aplicación sino por desobediencia de los
mismos. La causa es el mal uso de la libertad y sólo cada hombre es
responsable. Sin negar la doctrina del pecado original, nótese que Tomás relaja
su rigor y apenas la menciona, pues sería admitir que hay una fuerza dentro del
hombre que lo desvía de la ley natural.
En
cuanto a su contenido la ley natural establece en sus preceptos cuales son los
bienes apropiados a las inclinaciones o deseos naturales del hombre,
considerada su naturaleza completa y las acciones o formas de conducta
apropiados para su logro. Así el bien
propio de todas las sustancias es su conservación y de acuerdo con ello el
hombre esta inclinado de forma natural a la auto conservación. El bien de todos
los seres vivos es lo que vale para su supervivencia y reproducción: la
manutención, el descanso, la procreación. Como ser vivo el hombre está
inclinado a la manutención, el cobijo y la conjunción de los sexos y la
reproducción, así como el cuidado de la prole. Pero el hombre se distingue por
su racionalidad. El mayor bien de todo ser racional es el logro de la
perfección y la felicidad. De acuerdo con ello el hombre está inclinado a
convivir con sus semejantes en la búsqueda del bien común, amar al prójimo y
amar a Dios.
Por otra parte es preciso organizar la
convivencia sirviéndose de leyes positivas, leyes que se dan
voluntariamente los hombres para resolver
los problemas prácticos que se plantean, sin que la ley natural diga
nada al respecto. Lo que importa es que las leyes positivas sean congruentes
con la ley natural y no la vulneren. Así en la política debe entenderse la
sociedad humana como una comunidad natural de carácter racional que ha de estar
regida por leyes positivas coherentes con la ley natural y encaminadas a
conseguir el bien común.
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