miércoles, 20 de febrero de 2013

LA FILOSOFÍA DE TOMÁS DE AQUINO










Con San Agustin y G. De Ockam, Sto. Tomás de Aquino (religioso dominico. Aquino. Italia.1225-1274.) es uno de los  principales representante del pensamiento filosófico cristiano medieval y la principal figura de la escolástica.

Representa la adecuación del pensamiento cristiano a los nuevos tiempos (siglos XII –XIII):

-auge de las ciudades y del comercio.
-modernización de la agricultura y gran crecimiento demográfico.
-refuerzo del poder de la Iglesia y de las monarquías nacionales como resultado de las cruzadas y de la creación de la Inquisición (contra los albigenses).
 -surgimiento y auge del gótico expresado fundamentalmente en las grandes catedrales.
-creación de las Universidades que sustituyen a los monasterios y las cortes como centros de la cultura. Extensión consiguiente de la cultura a capas burguesas. También el nacimiento de las ordenes mendicantes.
-Difusión de la obra de Aristóteles en las Universidades.

El pensamiento de  S. Tomás de Aquino trata de armonizar la filosofía aristotélica que ofrece una explicación racional de la naturaleza con la religión cristiana que ofrece una experiencia de Dios ligada a la salvación del hombre. El Tomismo no estuvo bien visto al principio, pero fue luego admitido como la filosofía escolástica oficial, al expresar el equilibrio entre una visión racional del universo y de la sociedad y los anhelos de la fe, en perfecta congruencia con el carácter teocrático y jerárquico de la sociedad medieval,
Pero ha de oponerse primero a la  versión del averroísmo latino (Averroes) que imperó en las más importantes universidades. Éste defiende que:
-el alma del individuo es mortal y desaparece con el cuerpo, siendo eterno el entendimiento agente que es el alma común de la especie humana.
-el mundo es eterno junto con Dios y no ha sido creado libremente por Dios.
-el mundo es una cadena de causas, está todo determinado y no existe la providencia divina.
Pero además sostiene que la fe y la razón pueden llegar a conclusiones distintas ambas verdaderas, debiendo el creyente optar por una u otra.
Todo ello estaría en contradicción con el credo cristiano, especialmente la doctrina de la “doble verdad”.
Frente a ello T de Aquino busca armonizar y sintetizar la fe y la razón, la religión y el pensamiento racional, ofreciendo una visión racional del mundo compatible con las verdades de la fe. Siempre dando por supuesto la primacía de la fe y el carácter indiscutible de las verdades reveladas defiende por un lado la autonomía de la razón para alcanzar la verdad y por otra parte la colaboración entre la razón y la religión. Distingue tres tipos de verdades: 1º las verdades exclusivas de la fe, como el misterio de la Trinidad, respecto de las que la razón nada puede demostrar, pero sí ayudar a esclarecerlas, mostrando que no son contrarias a la lógica. 2º Las verdades comunes a la fe y la razón, como la existencia de Dios. Respecto a ellas la razón puede demostrarlas y esclarecerlas por sí sola aunque siempre le será útil la guía de la fe. En el caso de que la argumentación racional sea contraria a la fe, debe admitir que se ha equivocado y reemprenderla correctamente. 3º Las verdades exclusivas de la razón referentes a los hechos del mundo, respecto a lo que la fe nada tiene que decir y  para lo que se requiere una explicación puramente racional y científica.
La existencia de Dios es la primera cuestión de la filosofía como explicación racional, porque de ello depende el conjunto de la realidad. Que la existencia de Dios sea para el cristianismo cosa de fe, no evita que se pueda y se deba demostrar racionalmente, porque de ello depende la posibilidad de cualquier explicación racional. Las pruebas tomistas se   denominan “las   cinco vías”, que se caracterizan por apoyarse en parte en  la experiencia (a diferencia del “argumento ontológico” de San Anselmo en principio sólo a priori).Todas siguen un mismo esquema: 1º Punto de partida: hechos evidentes por la experiencia; 2º la necesidad de explicarlos por una serie de causas; 3º se postula la imposibilidad de que la serie causal se prolongue hasta el infinito; 4º Conclusión: la necesidad de que la serie causal parta de una primera causa que sólo puede ser Dios. Las cinco vías toman como base evidencias constatables empíricamente, desde lo que se realiza la inferencia causal que concluir la existencia de Dios (primera causa). Estos hechos evidentes son: el movimiento de los cuerpos, la producción de los seres; la contingencia y corruptibilidad de los seres; la existencia en el universo de  una relación entre los medios y los fines; la existencia en el universo de diferentes grados de perfección.
El hombre no puede conocer ni comprender la naturaleza de Dios como “Summum ens” y “ens perfectisimum” de suyo infinito, pero puede hacerse una idea por analogía, por comparación con su conocimiento de los entes finitos (criaturas). La “vía negationis  excluye de Dios los defectos y limitaciones de los seres mortales y naturales; la “vía perfectionis”, atribuye a Dios en grado absoluto las perfecciones y cualidades positivas de las criaturas.
La ontología se plantea tres problemas fundamentales:
¿Cual es la naturaleza de Dios?, ¿cual es la naturaleza de las criaturas?, ¿qué relación hay entre Dios y las criaturas? Es decir, ¿que tienen en común y en que se diferencian?.
Aunque no podamos conocer a Dios sino analógicamente, podemos decir que su esencia es la pura existencia. Toma como argumento de autoridad el salmo que dice “Yo soy el que soy”. Esto lo entiende Tomás en el sentido de que Dios no es una sustancia con propiedades o atributos pues por su infinitud rebasa cualquier determinación. Dios es el existir como tal. A diferencia de los seres creados existe por sí mismo.
Los demás seres, las criaturas tienen cualidades determinadas que los distinguen entre sí pero no existen por sí mismos, es decir deben su existencia a otro ser.
Hay pues dos clases de seres: el ser necesario que es Dios y los seres contingentes que son las criaturas. Dios es necesario porque no puede no existir. Las criaturas son contingentes porque existen pero podrían no haber existido. La razón de ello es que mientras en Dios coincide la esencia y la existencia, es decir, la esencia de Dios es existir, en las criaturas no coincide la esencia y la existencia. Por ejemplo para Tomás la cualidad de hombre (propia de la especie humana) no implica que esa especie tenga que existir, como la cualidad de sirena no implica que existan sirenas.

 

De esta manera aborda el problema filosófico fundamental: como hacerse una idea común de Dios y de las criaturas que por una parte salvaguarde la absoluta trascendencia y perfección inconmensurable de Dios, mientras que por otra, supuesta la dependencia del mundo y de las criaturas del creador, revalorice la autonomía y el ser propio de las criaturas de acuerdo con las exigencias de la razón.
La solución tomista es la teoría ontológico-teológica de la  participación.
Las criaturas no existen por sí mismos, existen sólo en la medida que participan del existir puro es decir Dios. Se distinguen de Dios por tener una esencia propia, Dios es infinito y las criaturas son finitas, lo que parta Tomás significa que tienen una esencia determinada y dependen en su existir de Dios. De esta forma se asegura la absoluta transcendencia de Dios y a la vez la autonomía y el valor de las criaturas y de la creación en su conjunto.
<Tomás se basa en las categorías de la filosofía aristotélica, pero introduce una rectificación decisiva. Para Aristóteles todo ente es algo determinado por su esencia y va de suyo que al ser algo determinado existe. Para Tomás sin embargo esencia y existencia son dos aspectos  o formas de ser distintos aunque coincidan en cada ser. La  esencia (la determinación distintiva) es posibilidad de existir, existir en potencia, mientras que la existencia (el hecho efectivo de ser) es la esencia en acto. Así hay dos formas de ser: ser como esencia y ser como existir. El problema es la relación entre la esencia y la existencia ¿implica la posibilidad de existir, existir necesariamente? Y si no es así ¿si algo existe a que debe su existencia?. Se responde distinguiendo entre el ser  necesario y  ser contingente. Ser necesario es aquel que existe en virtud de su esencia y por tanto existe necesariamente y por sí mismo. Ser contingente es aquel que existiendo podría no existir; si existe no es en virtud de su esencia. (Por ejemplo un hombre cualquiera es contingente pues nada exige que en el universo tengan que existir necesariamente seres de esta naturaleza; desde otro punto de vista la esencia “sirena”  podría existir pero de hecho no existe). En ambos casos a su esencia no le corresponde existir. Pero en el caso de Dios, que es el “existir puro” (“yo soy el que soy” según la cita bíblica), le corresponde existir necesariamente según su esencia. Dios es el ser necesario: su esencia implica existir ya que es existir; el único ser necesario propiamente dicho. Las criaturas son por el contrario seres contingentes, que no existen necesariamente en virtud de su esencia, existen pero podrían no existir. Los seres contingentes existen por participación de la existencia de Dios, que es el existir puro.>
Dios crea el mundo por un acto libre según el modelo de las Ideas que tiene en su mente. Sin embargo desde un punto de vista racional es igualmente posible que esa creación fuera a partir de un momento en el tiempo o que fuera eterna. Tomás se inclina por lo primero porque así lo dice la Biblia, admitiendo que lo segundo es también posible. Como se ha visto Dios es simple (la esencia = existencia) y las criaturas están compuestas de esencia y existencia. Todo lo que existe participa del Existir puro. Pero con ello la esencia de cada ser participa de la Idea que existe en la mente Divina. Frente a la crítica que el seguimiento de las Ideas contradice la libertad de Dios y lleva al necesitarismo, la teoría de la participación propone que sólo existen aquellos seres que participan del existir, sin que todas las esencias posibles tengan que existir. Y que esto sea así es cosa de la libertad divina. Como obra de la creación todo (excepto los ángeles) es compuesto de forma y materia y como tal compuesto es bueno en tanto participa de la bondad divina.
De acuerdo con la antropología aristotélica el hombre es un ser compuesto de alma y cuerpo en unidad indisoluble, siendo el alma la forma y el cuerpo la materia. Como la religión afirma la resurrección del hombre en la vida eterna Tomás plantea la posibilidad de que resuciten cuerpo y alma. Pero en sentido estricto el alma es inmortal y estrictamente personal (frente al transmigracionismo) y sobre vive al cuerpo eternamente. El hombre ocupa un lugar intermedio entre Dios y los ángeles y el conjunto de la creación. Mientras los ángeles son formas puras y cada uno es una especie, los hombres son compuestos de forma y materia. Tomás piensa con Aristóteles que los hombres, aun siendo cada uno ser personal y único, se distinguen sólo por su materia.

 
 

La teoría del conocimiento también de origen aristotélico defiende que el conocimiento comienza en la experiencia sensible y llega por abstracción de la forma al conocimiento de la esencia, que constituye la materia del concepto universal. En este proceso distingue dos formas de entendimiento: el entendimiento paciente o potencial que recibe las formas, y el entendimiento agente que las selecciona dejándolas como concepto en la mente.
La ética tomista es intelectualista en el sentido de que si bien la voluntad está dirigida naturalmente al bien, requiere del conocimiento de lo que es bueno para dirigirse correctamente. Frente al voluntarismo que defiende que algo es bueno porque lo queremos,  Tomás defiende el equilibrio entre la razón y la voluntad, en la idea de que la voluntad está encaminada al bien y que por tanto queremos lo que queremos porque es bueno (o nos parece bueno), pero que para que la voluntad (es decir el hombre al decidir) no se equivoque es preciso que la razón ilumine sobre lo que es bueno y malo.
La ética también de origen aristotélico trata de los bienes en lo que radica la felicidad humana. De acuerdo con la naturaleza humana el fin del hombre es la felicidad, el goce del bien. Siendo Dios el bien supremo la verdadera felicidad del hombre es la unión con Dios en la vida eterna, pero igualmente como ser racional el hombre puede ser feliz en la tierra disfrutando de los bienes de la naturaleza y del mundo. La felicidad  terrena nunca será perfecta pero puede ser suficiente para lo que se puede esperar en la tierra y sobre todo es una preparación para la felicidad perfecta de la vida eterna en unión con Dios.
La felicidad y la bondad humana es una misma cosa y consiste en el seguimiento de la ley natural. Esto es lo adecuado a la naturaleza racional del hombre, por la que el hombre puede comprender lo que es buena y determinar su voluntad hacia el bien.
La ética Tomista se basa así en la teoría de la ley moral natural, según la que todos los seres racionales son capaces de distinguir y regirse por los preceptos que rigen nuestra naturaleza o modo de ser, preceptos o normas que valen para todos por igual.  Distingue primero entre  la ley eterna, la ley natural y la ley positiva.  La ley eterna es el orden del universo creado por dios, rige todos los seres y criaturas por voluntad de dios y según su esencia. La ley natural es la ley eterna acomodada a la naturaleza del hombre que se muestra, en sentido estricto impresa, en la conciencia racional de todos los hombres. Todo hombre por ser racional puede entenderla y obedecerla, auque no sea creyente. La única diferencia es que el creyente cuenta con más ayuda o incentivos para seguirla en virtud de su fe.
 La ley natural es racional, universal, inmutable, plural en cuanto a los preceptos que contiene pero única en su contenido esencial,  indeleble y ampara toda virtud.
La ley natural está impresa en la conciencia de todos los hombres y de acuerdo con ello rige los principios de la razón práctica, es decir la actividad racional dirigida a las operaciones y bienes prácticos de la vida, como guía de la voluntad. Sólo es justo la ley, norma o comportamiento que sea conforme con la ley natural, pero al estar limitado en su conocimiento absoluto del bien, el hombre tiene que elegir entre diversos bienes particulares. De aquí que el hombre pueda equivocarse no en la ley en general sino en su aplicación al no elegir lo mejor.
El pecado y el mal son en sentido estricto el incumplimiento de los preceptos de la ley natural. Pero no por mala aplicación sino por desobediencia de los mismos. La causa es el mal uso de la libertad y sólo cada hombre es responsable. Sin negar la doctrina del pecado original, nótese que Tomás relaja su rigor y apenas la menciona, pues sería admitir que hay una fuerza dentro del hombre que lo desvía de la ley natural.
En cuanto a su contenido la ley natural establece en sus preceptos cuales son los bienes apropiados a las inclinaciones o deseos naturales del hombre, considerada su naturaleza completa y las acciones o formas de conducta apropiados para su logro.  Así el bien propio de todas las sustancias es su conservación y de acuerdo con ello el hombre esta inclinado de forma natural a la auto conservación. El bien de todos los seres vivos es lo que vale para su supervivencia y reproducción: la manutención, el descanso, la procreación. Como ser vivo el hombre está inclinado a la manutención, el cobijo y la conjunción de los sexos y la reproducción, así como el cuidado de la prole. Pero el hombre se distingue por su racionalidad. El mayor bien de todo ser racional es el logro de la perfección y la felicidad. De acuerdo con ello el hombre está inclinado a convivir con sus semejantes en la búsqueda del bien común, amar al prójimo y amar  a Dios.
 Por otra parte es preciso organizar la convivencia sirviéndose de leyes positivas, leyes que se dan voluntariamente los hombres para resolver  los problemas prácticos que se plantean, sin que la ley natural diga nada al respecto. Lo que importa es que las leyes positivas sean congruentes con la ley natural y no la vulneren. Así en la política debe entenderse la sociedad humana como una comunidad natural de carácter racional que ha de estar regida por leyes positivas coherentes con la ley natural y encaminadas a conseguir el bien común.


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